El difícil adiós a Taylor Hawkins

Qué complejo es reponerse de esta noticia. No murió un famoso, falleció un amigo.

Pasan los días y uno no logra reponerse de la muerte de Taylor Hawkins, no solo porque haya fallecido en Colombia (que de por sí ya lo hace duro para sus fans del país), sino porque su carisma lo hacía muy cercano al público, incluso más que el mismo Dave Grohl.

No debe ser fácil para nadie ser músico de Foo Fighters. Dave es una celebridad, su nombre trasciende. Taylor Hawkins se sumó a los Foo en el 97 y en muy poco tiempo su nombre empezó a sonar, casi a la par del de Grohl.

¿Y cómo lo hizo? ¡A pulso! Como se dice en Colombia. Hawkins se dedicó a hacer lo que más le gustaba: ser baterista. Y fue el mejor baterista que una banda como Foo Fighters pudo y podrá tener.

Paso a paso y disco a disco, aportó desde su talento y alma. Cada disco, desde la óptica de batería, era mejor al anterior. En cada álbum y en cada show, Taylor Hawkins ganaba más terreno y, a la par de Dave, se convirtió en el alma de los Foo.

Por eso duele. Porque lo vimos crecer, lo vimos convertirse en un gran baterista. Lo vimos ser una gran persona. Todos queremos a Taylor como un amigo, aunque nunca hayamos hablado con él.

Estoy seguro de que si lo hubiésemos visto en la calle nos hubiera dado un abrazo, nos preguntaría por la familia (o lo que fuera), y hasta se habría tomado una cerveza. Él era esa persona cálida. Y no había que conocerlo para saberlo, en su manera de ser se veía que el ego era secundario, y que ese sello de “celebrity” no le gustaba.

Por eso su muerte no debió trascender como lo hizo. Olvidemos lo que se ha dicho acerca de las causas. Quedémonos con el recuerdo de un gran tipo, quien además fue un baterista de puta madre.

Recordemos a Taylor Hawkins como un amigo. Honremos su memoria oyendo a los Foo a todo volumen, miremos los videos y conciertos… Pensemos en él con cariño. Un día el dolor se irá y será reemplazado por nostalgia y respeto.

Un abrazo al parcero que no conocimos, pero que llevamos en el alma como el tipo que se habría tomado una pola en nuestra casa sin ningún complique.

Julián López Cortés