Yo también aparezco en el concierto de The Police

Cuando era un niño de doce años y veía los conciertos famosos como el de Woodstock o el de Altmont siempre pensaba que esas personas del público, que salen un segundo felices, se inmortalizan por efecto del valor del documento. 

En diciembre del 2.007 viaje a Buenos Aires para ver a mi banda de juventud, The Police, con Stewart Copeland en la batería, Andy Summers en la guitarra y Sting en el bajo y voz. Uno de los mejores conciertos a los que asistí en mi vida.

Después de un tiempo, ya en Bogotá, me llamó Alejandro Gomescaceres, guitarrista de Ciedosordomudos y me dijo que con sus hijos me había visto en el video “Certifiable” del concierto en Argentina.  Con el código de tiempo que me pasó encontré mi “yo” fiestero en concierto, me vi inmortalizado, con toda la euforia del caso, en uno de estos videos musicales.  El “niño rockero” se alegró por cumplir uno de sus sueños secretos. Luego he conocido la historia de otras diez personas que también salen en este o en otros.  Ayer un amigo cercano me preguntó por cómo fue este toque.  Esto es lo que recuerdo de aquella vez con The Police:

El grupo se desbandó después de tener el dominio completo de los listados ingleses y estadinenses con su último trabajo “Synchronicity”. Tenían el álbum número uno  y eran considerados como el grupo de rock más grande del planeta por todos los medios especializados. Pero se pelearon y el sexto trabajo no se grabó. Pasaron cosas todavía más feas entre ellos y vino ese gran paréntesis entre 1.986 y el 2.006.  Pero un día convocaron a la prensa y avisaron que saldrían de gira. Como conmemorando los veinte años de su ruptura.

Me fui en el vuelo de Avianca leyendo los antecedentes de la reunión y de cómo los fans lloraron de la alegría cuando avisaron oficialmente que saldrían a recorrer el mundo juntos. Tratando de entender cómo harían para que Sting y Copeland no se fueran a los puños en medio de una pelea de egos, terminando prematuramente la gira. Difícil.

Supe que en el primer concierto Andy en un par de canciones se “había ido a otro estado con su guitarra”, según Copeland, en Canadá.  Parece que se atravesó y la cosa no pasó a mayores porque se trataba del primer concierto y todavía había gasolina para risas. Me imagino el regaño de Sting después.

Ya en Argentina caminé las viejas calles conocidas y me encontré a una legión de fanáticos de todo el continente esperando la hora de ir al Estadio de River. Por ello no fue extraño encontrar conocidos del rock.

Cuando avisaron que estarían en América Latina supe que tenía que ir a otro país porque en el mío es inusual que sucedan cosas de este cariz.  Fijaron dos fechas: diciembre 1 y 2 del 2.007 en Buenos Aires y jamás pensé que iría con una amiga escritora y con una conocida escritora. Éramos tres.

Esa tarde llegamos tan de primeros que más VIP sería en las piernas de Copeland o en los brazos de Summers. El escenario era oval, con luces led para el juego con las canciones y la gente, dos pantallas a los lados del lugar del baterista y dos realmente grandes a los lados del escenario. Tan grandes que desde donde estábamos no se podían ver en su totalidad porque nuestra posición estaba pegada al escenario y estas entonces quedaban a nuestros flancos.

En la puerta un grupo de argentinos venía cantando “yo, soy un perdedorrrrrr, I´m a looser baby, so why don´t you kill me” y el autor precisamente nos recibió. Beck. En el avión había leído que la banda del hijo de Sting abrió un montón de conciertos de la gira pero me quedé sin saber si no vino o definitivamente me perdía la cosa.

Beck simplemente fue ignorado por todo el público presente. Él andaba como contrariado mirando al piso y entretenido con sus pedales.  Eventualmente miraba a sus músicos y volvía con su interés al piso. A mí me pareció una banda de otro planeta pero la gente deseaba escuchar a The Police y todos andaban como de visita sin mirar siquiera hacia el escenario.

Esto fue lo que Beck tocó:

  1. Devil’s Haircut
  2. Black Tambourine
  3. Think I’m in Love
  4. The New Pollution
  5. Fuckin With My Head (Mountain Dew Rock)
  6. Sunday Sun
  7. Paper Tiger
  8. Lost Cause
  9. Soldier Jane
  10. Girl
  11. Where It’s At
  12. Nausea
  13. Minus
  14. Loser
  15. E-Pro

Tan cerca estaba de Beck que podía ver cómo su cara de fastidio no cambió al final.  Se retiró y con él las luces del estadio.

Y empezó la fiesta tan esperada. Sting a la izquierda, como a cinco metros de nosotros, Copeland en la mitad y Summers a la derecha.  Todos tan cerca que no podía creer nuestra suerte.  A esa hora el lleno era total y mis amigas peleaban un poco por mantener la posición hasta que ya estuvimos tan apretados que era imposible salir o entrar del privilegiado lugar que teníamos.

Por derechos de autor no hay videos originales grabados por ellos. Así empezó el gran gig.

Con “Messagge in a Bottle” nos volvimos locos saltando juntos y empezando a sudar, sintiendo los golpes de color de las pantallas gigantes en la cabeza. En “Synchronicity II” empecé a notar el juego gráfico en las pantallas laterales del baterista y la transmisión de las cámaras en el lugar.

Cuando iban por “Walking on the Moon” y “Voices Inside my Head” noté que mis amigas no podían más de la alegría y me volteé para ver hacia el público cercano.  Había lágrimas y gente cantando y sonriendo y abrazada.

Empezó “Don´t Stand so Close to Me” y nosotros hicimos lo propio: fue un gran abrazo de tres, pero corto.  Luego me quedé con una de ellas en un abrazo tan fuerte que todavía me duele. Qué momento.

En “Driven to Tears” noté que los tres estaban en forma, usando como base de sus ropas el negro y que Copeland y Summers miraban a Sting atentamente para saber hasta dónde iba el jamm, cuando este lo decidía alargando o en cuál momento terminaban la canción.  Un liderazgo total.

Siguió “Hole in My Life” y recordé que en medio de la gira Stewart Copeland sugirió que sería bueno incluirla en el set list.  Y así sucedió.  Por eso escuché en vivo una de mis favoritas.

El concierto avanzó con “Truth Hits Everebody” pero en “Every Little Thing She Does is Magic” recibí un corto y suave beso que no esperaba. Eso sí fue mágico.

Para “Wrapped Around your Finger” y “De Do Do Do, De Da Da Da” el éxtasis colectivo seguía con lágrimas y besos entre el público.  Todos cantando.  La producción “ponchaba” un viaje que iba de imágenes viejas a las nuevas y de pronto nosotros en concierto.

Siguieron “Invisible Sun” y “Walking in Your Footsteps” y los arreglos cada vez eran mejores.  Tal vez soy un fan comprometido pero sé por experiencia propia que es más fácil tocar un tema a gran velocidad, pero tocarlo lento es otra cosa.  A muchas canciones les cambiaron el tempo y estas versiones lentas fueron como un regalo por músicos tan profesionales y hechos en el tiempo. Creo que musicalmente esto fue lo que más me emocionó. Incluso Stewart pasaba a un lugar aparte para usar otros elementos de percusión.

Canté “Can´t Stand Losing You” a tope y me acordé de mis amigos de Sobredosis y la KGB en la vieja época de la Zona Rosa y de las Murgas que ganamos, aquellos concursos musicales entre bandas de colegio que se celebraban los sábados. Tocando canciones de The Police.

Lo mejor de ir a un concierto en Argentina es que se cantan hasta un riff de guitarra.  Imagínense a esta, la mejor audiencia posible para escuchar un concierto de rock, cantando “Roxanne”. Hasta en París nos escucharon.

Luego salieron un momento a tomar agua, dicen que ya son ciento por ciento sanos,  y yo me quedé pensando mientras volvían qué “bases” soltaban, qué músicos tendrían atrás para sonar tan llenos todo el tiempo.  Qué banda, qué poder por Dios.

Con “King of Pain” se desató la fiesta de nuevo.  Luego tocaron “So Lonely” con un baile colectivo que a esa distancia entre persona y persona parecía otra cosa. Luego “Every Breath You Take” y todo quedó sellado. Amor total por una banda que no pudimos ver en su época de oro por la inesperada ruptura, pero que supo mantener a sus fans y evidentemente querían saldar esa vieja cuenta.

Así fue:

Hubo un segundo descanso. Nuestras caras decían ya está.  Valió la pena el viaje.  De pronto un ruido ensordecedor y ellos tres, con sendas sonrisas cómplices, tocaron la primera canción que aprendí de The Police en guitarra: “Next to You”. Salté en sostenido tan alto que por una detención del tiempo pude ver ese “mar de almas” cantando juntas, empapadas en sudor, soltando con fuerza el último estertor del concierto y luego vino un aplauso de tres días.

Mientras íbamos camino a comer una pizza margarita regada con mucho vino, hicimos un no planeado momento de silencio. Cada uno en lo suyo. Yo tenía y tengo el tono de voz de Sting hablando en español, diciendo: “quieren cantar conmigo” y presentado a los otros señores que lo acompañaban. Cerré los ojos en la pizzería por un momento. Cuando los abrí pensé que las dos mujeres que me acompañaban eran las más hermosas del planeta y qué suerte, estaban comiendo y tomando vino conmigo. En la cabeza todavía un fondo musical suave hecho por The Police.

Mauricio Tamayo Tamayo
Twitter: @mautulin