Tras una maratónica campaña publicitaria, empezada a finales del mes de septiembre del año pasado, por fin, llegó el día que muchos esperábamos: el cumpleaños número 10 de uno de los festivales más grandes de Colombia. El Estéreo Picnic 2019 no defraudó en ningún momento.
La llegada: el comienzo de la experiencia
Decidí irme al primer día de un fin de semana lleno de un talento musical inigualable. Faltando 3 días para la inauguración del FEP opté por comprar la boleta y embarcarme en este viaje, literalmente. Cuando las personas dicen que asistir a este evento es toda una experiencia, no mienten, empezando por el paseo hasta la nueva sede del festival ubicada en el Campo de Golf Briceño 18, más o menos a unos 20 minutos desde el Portal Norte.
Salí de mi casa con la mejor pinta que pude armar y con las expectativas altas. Me aguanté con ansias el incomparable trancón de la autopista norte. Todo para darme cuenta que la mojada era segura. Cuando logré entrar, a eso de las 5:30 pm, entendí porqué le llaman un mundo distinto. Los colores vivos y las luces predominaban a los alrededores de los escenarios. El lugar estaba bastante grande y lleno de stands que ofrecían variedad de comida y souvenirs de todo tipo a sus asistentes.
Esteman y la noche sensorial
Después de dar una vuelta rápida para ubicar dónde quedaba todo, a las 6 pm me dirigí al Escenario Adidas. Estaba terminando de cantar Ximena Sariñana para dar paso al cantante colombiano Esteban Mateus, más conocido como Esteman. Su presentación empezó a las 7 con gran energía por parte del bogotano.
Mateus puso a bailar y a cantar, a todo pulmón, a todas las personas que lo estábamos viendo con gran detenimiento. Incluyó canciones de sus álbumes “Caótica Belleza“ “Primer acto” y de su más reciente trabajo discográfico “Amor libre”. Entre ellas estaban: Caótica belleza, Como vez primera, Aquí estoy yo, Baila, Amor libre, On top. Entre las canciones hubieron dos colaboraciones, si se quiere, de Ximena Sariñana y Juan Pablo Vega.
El concierto fue muy sincero y personal. Esteman logró cautivar a su audiencia y dar un mensaje importante acerca de la inclusión y de la importancia de ser uno mismo. Con la bandera LGBT en el fondo, el bogotano recalcó la importancia de la representación en el mundo de la música y de “una Colombia diversa y libre”.
El mejor show de la noche
A lo lejos se escuchaba una despedida y yo corría hacia el Escenario Tigo. Cuando atravesé, literalmente, todo el festival, empecé a abrirme paso entre la multitud hasta donde esta me lo permitió. Definitivamente, la gente en los conciertos es demasiado celosa con el spot que consigue. A las 8 en punto empezó a tocar Interpol. Siendo sincero no les puse mucha atención porque estaba concentrado en lo que vendría después.
A las 9:45 el público gritaba “Twenty, Twenty, Twenty”. Finalmente, a las 9:47 salió el baterista Josh Dun acompañado de una antorcha que paseó por toda la tarima. Aparece después Tyler Joseph con una máscara que solo dejaba ver sus ojos y boca. Sonó, entonces, estruendosa Jumpsuit de su más reciente disco, Trench. Todos saltábamos y cantábamos con todas nuestras fuerzas.
El dúo de Ohio puso a sus pies al Estéreo Picnic y no lo digo de manera figurativa. Primero, Tyler se bajó del escenario y se paró en las manos de sus fans y cantó desde allí. Después, a mitad de la presentación, la batería se movió, con la ayuda de decenas de manos, encima de la multitud que con mucha entrega sostuvo a Josh mientras la tocaba.
Los álbumes más sonados fueron Blurryface y Trench. El concierto acabó con Chlorine y Trees que sonó a la distancia mientras yo me devolvía al Escenario Adidas.
El final de mi viaje al mundo distinto
Corrí lo más rápido que pude, pero, me di cuenta que el concierto de Years & Years ya había empezado cuando escuché Sanctify. La voz de Olly Alexander llenó el lugar. Su emoción y energía era impresionante. Su peculiar forma de bailar y conectar con el público hizo de su presentación una experiencia inolvidable.
A la voz del británico se le sumaba un coro que cuando cantó Palo Santo me llenó el corazón. Pero también me hizo bailar cuando cantó Desire y King. Mejor dicho, no le hizo falta nada a la banda en su primera visita a nuestro país.
Cuando acabó la presentación, me sentía demasiado cansado y decidí sentarme en el pasto para disfrutar, a lo lejos, una parte pequeña de Kendrick Lamar.
El mejor viernes del año terminó con fuegos artificiales y los sonidos psicodélicos de Rufus Du Sol. Salí a las tres de la mañana a mi casa, embarrado, agotado, pero eso sí, feliz de haber invertido cada peso en uno de los mejores eventos musicales que Colombia tiene por ofrecer.
Juan Pablo García Gutiérrez