La música siempre ha sido música, pero su diseño ha sufrido variaciones a través de los años. La forma de comprar, las prioridades del negocio y, sobre todo, la forma de sentir y vivir la música han hecho que las bandas trabajen más para conectarse con sus públicos.
Al inicio de la industria, los discos no se vendían como producto sino como agregado. Las grandes empresas como RCA VICTOR y COLUMBIA pensaban en el mejor negocio posible y en ese entonces (al igual que hoy), no eran los discos. Para los músicos y la industria discográfica, la única alternativa iba a consistir en la creatividad (al igual que hoy, nada parece haber cambiado, ¿no?).
Hasta finales de los años 30, los discos se vendían de la misma manera que se hacía con cualquier producto básico. En un tiempo de auge de la industria, el papel y el cartón eran protagonistas; la música se comercializaba en envoltorios de papel rústico similar al kraft de nuestra época, impresos a una sola tinta y con una función netamente informativa. La sensibilidad no estaba a la venta, pero iba a llegar su momento… Sólo se necesitaba un creador puro que entendiera lo que hoy ya todos sabemos; que la música no son notas sino emociones.
Alex Steinweiss iba a ser el creador de la emoción. Un joven de 23 años, inscrito en la sociedad estadounidense de finales de los años 30 del siglo pasado, carecía del flagelo que al parecer todos sufrían dentro de la industria: una miopía absoluta que les impedía ver que la música no es solo música, sino que es el lenguaje universal. Steinweiss, con el espíritu aún intacto, se presentó ante uno de los grandes sellos disqueros, COLUMBIA, con un kit gráfico ingenuo pero suficientemente pasional como para asegurar su éxito. Y eso lo saben quienes, al igual que él, han sentido el poder de un lápiz, un aerógrafo y un pincel; no se necesita experimentar con mucho cuando se es consciente de lo que se busca.
Steinweiss tenía todo lo necesario para transformar la industria discográfica de ahí en adelante; era capaz de personificar la pasión. Amante crítico pero servil de la música, inconforme y lleno de ideas, y, lo mejor, no quería entrar con sutileza sino con pasos de animal grande. Su llegada a COLUMBIA en 1940 marcó todo un hito. Sus ideas innovadoras, donde la imagen y la música se amalgamaban en pro de la emoción, lograron en pocos meses aumentar las ventas de la compañía en más de un 800 por ciento con la nueva portada y embalaje de la Tercera Sinfonía de Beethoven (nada mal para un principiante y además pionero). Fue así como Steinweiss se convirtió en el primer diseñador de portadas para discos y la inspiración más adelante para muchos como Freddie Mercury, Storm Thorguerson o Victor Moscoso.
Pero, ¿qué era lo que hacía de Steinweiss el diseñador de discos más grande de la época? Sin duda, lo que le permitió destacarse fue su creatividad, el pensar de una manera diferente el mismo proceso musical. Mientras todos se preocupaban por la función, él se sentó a escuchar en lugar de oír. Esto hizo que hallara el punto de quiebre en la industria; la gente no quería un disco, quería una emoción.
Steinweiss empezó a explorar en el cartelismo europeo, donde la simplicidad en la pieza visible en los diseños de Lucien Bernhard daba la partida a un diseño de formas simples, pocos trazos y fondos planos. La tipografía aún conservaba rasgos de los primeros envoltorios de discos, caracteres fuertes y negritas que daban un peso magnífico y contrastante a la potencia de la paleta cromática de Steinweiss. Más tarde, establecida una industria creciente, la exploración de nuevas formas tipográficas mucho más libres y caligráficas que nacieron de su propia firma se transformaron en el nuevo tipo Steinweiss Scrawl.
Después de Steinweiss, la preocupación por el diseño discográfico entra en alza. Bandas, disqueras y hasta los propios artistas gráficos creaban un mercado lleno de posibilidades donde (desde ese momento y hasta ahora) la música no solo se escucha; se ve y se siente.