En política y en el mundo entero también se usa una vieja táctica para posicionar canciones pop o temas del rock and roll
Hace poco Ann Coulter, escritora política, afirmó que el gran interés por el fútbol soccer en Estados Unidos es una “señal de la decadencia moral de la nación”. Eso me recordó una vieja táctica usada por los locutores en la época del Rock and Roll.
En los años 1950 y 1960 en los EE.UU. una categoría de personalidad de la radio surgió y llegó a ser conocido como el “shock jock”.
Locutores de radio, casi exclusivamente todos hombres, quienes ponían música de las listas de popularidad de la industria y bautizados como “disc jockeys”, eran extremadamente competitivos.
A un pequeño subgrupo de estos locutores se les ocurrió la idea de hacer publicidad extra, fingiendo rebelión contra la gestión de la estación de radio. Haciendo creer que se encerraban en sus estudios para así poder emitir declaraciones polémicas, a menudo crudas y vulgares. Con la característica particular de que en teoría violaban los reglamentos de la Comisión Federal de Comunicaciones.
El truco estaba en que las violaciones no eran lo suficientemente graves como para incurrir en sanciones de la FCC. Pero con ello los locutores fueron capaces de crear una sensación de “shock” entre los oyentes en sus respectivos mercados. Todo era un juego, por supuesto, y, si bien hubo reclamos de que el locutor había sido despedido o suspendido, invariablemente, había luego una “reconciliación”, avisando al público que el locutor había sido reintegrado a su puesto. Pero la frase fuerte quedaba en el aire y en los oídos de la audiencia.
Eventos de este tipo, a menudo resultaron en la captación de nuevos escuchas de otras estaciones de radio. Debido a que sus métodos se basaron en sorprender y escandalizar a sus oyentes con su comportamiento y el lenguaje. Por ello llegaron a ser conocidos como “shock jocks”
Algunos comentaristas políticos estadounidenses emplean el mismo dispositivo, en la radio y en otros medios, pero sin pretender rebelarse. En la política estadounidense, como en otras partes, la controversia es igual a la atención, es igual a la publicidad gratuita. Personalidades de radio y televisión no solo van a decir cosas escandalosas para complacer a sus oyentes y atraer a otros nuevos, sino también para llamar la atención sobre sí mismos.
Es parecido al mecanismo usado por algunos autores, como Coulter, que quieren vender libros. Un autor que ha hecho declaraciones escandalosas en el pasado, no importa cuán ignorante o mal fundadas, llama la atención sobre sí mismo y su trabajo y, a menudo, obtiene el beneficio de los anuncios gratuitos en la prensa pública y privada, cada vez que lo necesitan.
Por lo general son buscados como “expertos” pero son “sabios sin calificación”. Son invitados a algunas transmisiones de programas de noticias, y pueden cobrar tarifas muy altas en el circuito de conferencias en los EE.UU. y en otros lugares.
El punto, para estas personas, no es necesariamente tener la razón, sino provocar indignación. Su meta es excitar a sus oyentes básicos para producir una trepada súbita en el rating y aprovecharlo para su imagen o para conseguir más anunciantes, y con el escándalo atraer más oyentes, lo que se traduce directamente en un aumento en el salario y otros ingresos.
La frase de Anne Coulter no es otra cosa que el uso de esta vieja táctica de los DJs en la época del Rock and Roll.
John Maher