Hace seis meses el director de esta revista me pidió algunos artículos temáticos.
Por Jacobo Celnik
La importancia de Handel y Bach en la música de Emerson Lake & Palmer; La relación de Heidegger y Carl Schmidt con el Punk; Foucault y el rock sinfónico francés; la influencia del Krautrock en la música de Charly García; el paso al pop de Yes, entre otros temas. Varios de ellos me entusiasmaron, cómo no, Mtres fue y es mi casa. Pero ya saben queridos lectores como son de apretados los tiempos últimamente, así que una vez terminó la Feria del Libro de Bogotá (o ese gran bazar donde conviven durante 14 días títeres, pollos gigantes, estatuas doradas, bandas de rock, ilustradores, salderos de libros, cerveza a mitad de precio y, -por supuesto-, editores y libreros), decidí ponerme al día con las solicitudes.
No sabía qué tema abordar en primera instancia, todos me tentaban, todos interesantes sin duda, pero asimismo dispendiosos, requieren de investigación y eso toma tiempo. Así que con la ayuda de mis amigos, encontré la luz para esta nueva entrega. Todo se dio durante una espera a que pasara el Pico y Placa de la tarde. Estábamos junto al Dr. Tamayo enganchados en una interesante discusión sobre la grandeza melódica de Elvis Costello. De repente sonó una canción de Simon & Garfunkel. “My Little Town” nos llevó de inmediato a hablar de los judíos del rock. Uno a uno fueron saliendo algunos nombres que recordé como Lou Reed, Gene Simmons, Billy Joel, Bob Dylan, Leonard Cohen, Lenny Kravitz, Mark Knopfler, Slash, Mick Jones (sí, el guitarrita de The Clash). Discutimos durante varios minutos si Elvis era o no judío. Hijo de madre judía, según la ley Judía, es Judío. Aclarado el asunto dudamos de Alice Cooper, Ozzy y Prince. Del Príncipe del pop leí que en algún momento de su carrera se interesó en la primera religión monoteísta, pero nada más. No hubo circuncisión, menos Bar Mitzvah, como tampoco pasó en el caso del vocalista de Black Sabbath – (aunque casado con judía) y el príncipe de las tinieblas, quien es hijo de un predicador cristiano.
Nos perdimos del tema por un instante, mientras sonaba una canción de Styx. Discutimos la inmensa falta que le hace al grupo Dennis DeYoung (no es judío) y seguimos hablando de judaísmo y música. Pasamos al tema de los los empresarios y mánagers y recordamos inmediatamente a Brian Epstein (Beatles), Albert Grossman (mánager de Bob Dylan), Don Arden (ELO / Black Sabbath) David Geffen (Geffen Records), Doug Morris (Atlantic Records – Warner Music – Hoy presidente de Sony Music), Irving Azoff (mánager de los Eagles), Jac Holzman (Elektra – The Doors), Marshall Chess (Chess Records), Lucian Grainge (CEO Universal Music), Derek Shulman (ex A&R de Polydor, cantante de Gentle Giant), Walter Yetnikoff (exCEO CBS) y Andrew Loog Oldham (Rolling Stones), de quien Tamayo aseguró era judío. Le expliqué que tuve por muchos años la misma duda, pero Andrew, en su libro Rolling Stoned, nos dejó claro que tiene raíces judías por el lado de su madre, pero no profesa la religión como tal.
Con un listado interesante de nombres, lo que queda por decir es que más allá de la religión son artistas y empresarios – visionarios que han hecho grandes aportes a la cultura universal desde la industria musical, de la misma manera que lo hicieran en otros campos Albert Einstein, Sigmund Freud, Isaac Bashevis Singer, Amadeo Modigliani, Woody Allen, Billy Wilder, Dustin Hoffman, Barba Streisand, Diego Rivera, Marc Chagall, entre otros, también judíos.
Primera parte: leyendas
Simon & Garfunkel
Judíos hasta más no poder. Crecieron en el barrio de Kew Gardens Hills, en Queens, Nueva York. Fueron compañeros de clase en el colegio Forest Hills donde sellaron su amistad musical. Amaban a Elvis y a los Everly Brothers. En 1955 Simon compuso algunas canciones como “Hey, Schoolgirl” (el primer tema del dúo). Ese año le propuso sociedad a Garfunkel. En 1963 lograron un acuerdo con Columbia para grabar su álbum debut, en parte gracias al reconocimiento adquirido en festivales de música folk. Wednesday Morning, 3 AM se lanzó en el otoño del 64 y rápidamente consolidó al dúo como una de las propuestas más interesantes del folk norteamericano gracias a la primera versión acústica de “Sound of Silence”. El álbum incluyó una interesante versión de “The Times They Are A Changin´”, de Bob Dylan, compañero de casa discográfica. En 1966 y tras año y medio de grabación, el dúo neoyorquino lanzó el disco que los llevó a ser considerados estrellas en el firmamento del rock. Sounds of Silence le dio un nuevo aire al folk-rock y legitimó a Simon como uno de los más grandes compositores del momento, de la mano de un gran armonizador como lo es Garfunkel. Basta con escuchar “A Most Peculiar Man” para emocionarse y levitar gracias a una melodía que se postrará en nuestra memoria para siempre. Editaron tres álbumes más en estudio (Parsley, Sage, Rosemary and Thyme, Bookends y Bridge Over Troubled Water) más la música para la banda sonora de la película El Graduado (Dustin Hoffman). En 1969 se separaron, pero en 1975 volvieron a unir fuerzas, esta vez para el tema “My Little Town”, incluida en Still Crazy After All These Years el tercer trabajo en solitario de Simon. Regresaron en varias oportunidades para diversos conciertos como en 1972 y 2003. Pero tal vez el más recordado y memorable es el concierto en el Central Park el 19 de septiembre de 1981. Ese día le regalaron a su ciudad un evento único al que asistieron más de medio millón de personas y fue emitido por televisión. También se grabó un disco titulado The Concert in Central Park. Ambos artistas se mantienen vigentes, pero alejados. A mediados de mayo Simon lanzará su más reciente trabajo en estudio, Stranger to Stranger.
Próxima entrega:
Dylan & Cohen