Las cosas ya no las hacen como antes

Lo antiguo, clásico, o viejo, como se le quiera llamar siempre será recordado con nostalgia, y también con mucho respeto.

Con la vuelta al ruedo del vinilo como formato para escuchar música en muy buena calidad, han regresado las tornamesas y demás dispositivos clásicos que en los 70 y principios de los 80 fueron lo último en tecnología.

Muchos hogares guardaron en el cuarto de “San Alejo”, sus antiguos sistemas de audio, muchos de ellos con detalles en madera y altavoces de gran tamaño, protegidos por tejidos o mallas. Algunos eran compactos, es decir que en un solo bloque tenían la casetera, el amplificador, el sintonizador y la tornamesa; otros, los más codiciados, tenían cada uno de estos elementos por separado.

Lo mejor es que se podían intercambiar, así que al mejor estilo de Frankenstein, los abuelos o padres que eran -y son- melómanos armaban unas verdaderas consolas de sonido de la más alta calidad.

compacto

Marantz, Pioneer, National Panasonic, Sony, Technics, Optonica y Teac eran las marcas que marcaban la tendencia. Esas marcas terminaron guardadas, re vendidas por pocos pesos, regaladas, e incluso en la basura, y fueron reemplazadas por los mini componentes, unos “equipos de sonido” que en vez de evolucionar el sonido, salieron con diseños espantosos y luces de colores por todo lado… horrible.

Comparados con sus abuelos, estos dispositivos no evolucionaron absolutamente nada en cuanto a calidad de sonido y en duración ni hablar. En portabilidad y conectividad seguramente hubo avances importantes, pero la verdad es que el sonido deja mucho que desear.

Todo está integrado en un solo circuito, así que la posibilidad de tener un ecualizador se esfumó; todo se redujo a tener cuatro modos de sonido pre establecidos y en algunos, casos jugar con los bajos. Pare de contar.

Además, las conexiones de auxiliar desparecieron. En los pocos modelos que las mantuvieron se dejó una entrada de 3.5 mm (igual a la de los audífonos), haciendo desaparecer las RCA (de dos canales).

Y entonces volvió el vinilo. Y las personas desempolvaron sus viejas tornamesas y se dieron cuenta de varias cosas. Una de ellas que había que pre amplificarlas, pues estos nuevos aparatos no eran capaces de amplificarlas por la carencia de entradas auxiliares; la otra, que los mínimos amplificadores de estos “equipitos”, no le hacían justicia a la calidad de un vinilo.

Las cosas no las hacen como antes. Y es una lástima para quienes recién empezamos a armarnos de artefactos para escuchar la música como se debe. Los mini componentes están buenísimos para amplificar nuestras playlsits de Spotify, nada más.

Yo tuve que comprar en la 22 con 9ª (Bogotá), una tornamesa y un receptor amplificador. La tornamesa fue una Sony PS – LX2, muy versátil; y el receptor amplificador es un Optonica SM-1133 (marca de Sharp), muy sencillo, pero con una excelente calidad de sonido.

mi-tornamesa

Ambos dispositivos tienen más de 30 años. La tornamesa es del 81 y el receptor del 75; funcionan perfectamente y son además muy decorativos, tema de conversación de quienes van a mi casa. No sé qué tantas conversaciones desate un minicomponente y dudo que alguien tenga alguno hace más de 10 años.

Ojalá los fabricantes de tecnología de consumo se esmeren un poquito más en la creación de sus dispositivos de audio. De todos modos, para los melómanos con poder adquisitivo, Technics ha sacado una línea de audio análogo llamada R1, una verdadera belleza.

Marantz también ha sacado una nueva línea de tornamesas. Sin embargo nada es igual la clásica Technics SL-1200 (fabricada desde 1972), el “Ferrari” de quienes aman la música en vinilo y la quieren escuchar de la mejor manera. Un juguetico de estos, de segunda mano, no baja del millón de pesos.

Y vuelve la nostalgia, seguro ya me estoy poniendo viejo, pero si se trata de dispositivos de audio, las cosas no las hacen como antes y por eso buscar en ferias, mercados de las pulgas y viejas tiendas de reparación de audio se ha convertido en otro pasatiempo, como lo fue en su momento, buscar vinilos.

Julián López Cortés