#Mtres2004 – Nirvana: Lo demás Nevermind

Sin lugar a duda, la banda insignia del Grunge ha logrado pasar las barreras del tiempo y hoy su disco Nevermind es infaltable en las reseñas de la historia del rock, incluso más que una marca en los 90.
Sebastián Kleiman
Sebastián Kleiman

Por Sebastián Kleiman desde Buenos Aires
sebastiankleiman@hotmail.com

Me pregunto cómo se relacionarán las generaciones venideras, o las que ya están en camino, con la música que se gestó durante mi adolescencia, hablo de los comienzos de la década del ’90, cuando en la ciudad de Seattle se gestaba el movimiento grunge, encabezado por Kurt Cobain y su célebre grupo Nirvana.

Yo, que incluso bajo los embates de la radio y de la por entonces incipiente MTV, prefería a los pioneros del rock inglés, a los contemporáneos que se asomaban en el medio oeste americano y, debo reconocer, aunque haya tardado bastante en descubrirlo, que los desgarrados gritos de Cobain, el crudo rechinar de su guitarra que tanto me fastidiaba y dolía, hoy, a diez años de su muerte, me entusiasman más el sonido de muchos grupos nuevos.

¿A qué viene todo esto? El otro día, mejor dicho un par de meses atrás, escuché por primera vez la versión de Come as you are, grabada por Caetano Veloso en su último trabajo discográfico. Esa misma tarde revolví mis discos hasta encontrar Nevermind, que acumulaba polvo allí desde hacía unos cuantos años. Una tras otra, escuché varias veces la versión original del tema.

Aunque distinta a la original, la versión de Caetano tal vez me haya gustado tanto porque respetó y conservó el concepto fundamental de la canción: esa alternancia de climas con que Cobain nos lleva de la calma más absoluta a la tormenta perfecta sin escalas ni transiciones, y que en el caso de este tema en particular, se logra apenas con un simple, pero no por eso menos inteligente, ir y venir de un acorde menor a su mayor relativo.

Entusiasmado, repasé de principio a fin el disco entero. Smells like teen spirit, concluí al escucharlo, con sus inconfundibles cuatro acordes iniciales y su explosión incontenible en el estribillo, no puede quedar excluido de ninguna antología que pretenda esbozar un retrato de la época. Escuchar a Cobain y entrever las siluetas de la porristas zarandeando la letra A impresa en uno de sus pechos, bajo la mortecina luz de aquel gimnasio, es, para todo adolescente de aquellos años, un acto reflejo ineludible.

In bloom, el tema que le sigue, es un ejemplo ilustrativo de la grácil combinación de bajos preponderantes y guitarras explosivas que caracterizó el sonido de la banda, aunque quizá nunca llegue a ser tan recordado como Lithium, una canción de similar propuesta pero de mucha mayor repercusión, que en su momento llegó a desplazar a Madonna y al mismísimo Michael Jackson de los charts de los Estados Unidos.

Podría continuar con esta breve reseña del disco, pero lo que me importa es destacar que este álbum esta llamado a ser, con el correr de los años, un disco tan emblemático del grunge como lo puede ser uno de los Beatles de los inicios del rock, allá por la década del ’60.  Es verdad que Nirvana no estuvo solo en esta aventura, y que también en Seattle, para la misma época, surgieron grupos notables como Soundgarden, con discos increíbles como Superunknown que incluía temas legendarios como Spoonman o Black Hole Sun. (A Pearl Jam no lo nombro porque Eddie Vedder nunca me simpatizó más que cuando se trepaba por los techos en el video de Evenflow.)

Por eso, creo yo, dentro de unos cuantos lustros, cuando un chico comience a interesarse por la música y me pregunté qué bandas escuchaba yo en la adolescencia, espero conservar en algún cajón aquel disco celeste, con aquel bebé nadando en busca de un dólar de carnada, para poder prestárselo y decirle: “Tomá, pibe, escuchá un poco de esto”.