La banda liderada por la sorprende bajista Fernanda Lira dejó sentado que la frase de Bob Lefsetz que afirma que “el Rock está muerto” es una blasfemia a un estado del arte que tiene su esencia en la potencia del directo.
El trío femenino de Trash oriundo de Sao Paulo, Brasil, compuesto además por la guitarrista Prika Amaral y la (nueva) baterista Luana Dametto dieron un recital lleno de buena energía, precisión, actitud y ganas de rockear como hace rato no veía. Lugar: Festival Rock al Parque escenario Bio en el parque Simón Bolívar de la ciudad de Bogotá.
Con un sol de altura palpitando en las cabezas que llenaron el lugar, las tres instrumentistas impacientes mirando detrás de la batería y los periodistas de la zona de prensa hablando sobre cuáles canciones deseaban oír (Intolerance Means War, Into Moshpit, Time of Death, Masked Betrayer, Death, entre otras) se hizo el anuncio de la banda. La audiencia gritó” Nervosa, Nervosa, Nervosa” y ellas se apropiaron del escenario.
Fernanda saltó hasta su micrófono en el costado izquierdo y haciendo cuernos se enfundó el instrumento, se estiró el leotardo camuflado y miró de reojo a sus compañeras y empezó la función en donde la menuda Luana apenas sobresalía sobre la batería.
El inicio del show recayó en los temas de su nuevo trabajo Agony, firmado con Napal Records, con un accidente que causó problemas a Prika porque su cabello se enredó con las clavijas de la guitarra y era evidente que tocar así le causaba incomodidad y dolor. Luego de luchar mientras tocaba para zafarse tomó la decisión valiente de hacer fuerza y arrancarlos, al hacerlo quedaron flotando gracias al viento como una premisa de lo que es la actitud y sonido de esta banda.
La voz gutural de Fernanda dio pasó a su versión angelical para anunciar que estaban agradecidas con el público bogotano porque el “Mosh más brutal lo vivieron acá y que por eso este concierto era especial para ellas”, luego sonrió como mirando a los ojos de cada uno y cuando fue mi turno de encontrar sus dos lagunas estilo Nefertiti, sentí que me daba una extraña energía. Es algo que no sé explicar pero con ella sucedió. Luego agregó “este es un sueño hecho realidad, gracias” y empezaron Intolerance Means War con la actitud de querer acabar con el mundo entero a punta de metal. Volteé a mirar a mis colegas y hacia el público y noté que todos estábamos cabeceando felices.
Nervosa ya era la más perfecta máquina llevándonos al cielo con Fernanda mirando como si estuviera escondida detrás del follaje para saltarnos encima, Prika con precisión recorriendo su guitarra para darnos una perfecta pared sonora maciza y Luana, sin despeinarse en serio, como un reloj demostrando que tener técnica lo es todo, sin importar las figuras que hagas con tus tambores y platos. Profesionales y perfectas juntas.
Para animar aún más a la audiencia Prika hizo girar su índice en círculo hacia el grueso del público y este obediente, mientras escuchaba la voz de la bajista, se preparó. “Hagamos el Mosh más grande. No hay energía como esta en ninguna otra parte del mundo” y desde luego atacaron con Into Moshpit. El ambiente llegó a su climax.
A esa altura noté que Fernanda llevando el tempo siempre decía para sí misma “One More”, subía su pie izquierdo en el retorno de sonido e invariablemente hacía algo de coreografría con Prika. Varias veces nos fumigaron apuntándonos con sus instrumentos. Incluso la banda Death Angel tuvo que asomarse a una parte del escenario para comprobar lo que sus oídos en el backstage estaban escuchando. Mark Osegueda (vocalista) y Ted Aguilar (guitarra), sintieron el poder del trío paulista.
De pronto se acabó la hora que les dieron y entendí que era muy poco tiempo para una banda tan potente y entregada con su público. Mi amigo Julián López me dijo “voy a comprar ya todos los discos de ellas” con cara de guerra metalera y yo comprendí que tiene razón, porque nos habían entregado uno de los mejores conciertos del festival.
Un nombre para no olvidar: Nervosa.
De camino a su camerino alcanzó a decirle a los medios “Nuestro género no determina si podemos hacer o no rock. Hay muchas mujeres buenas instrumentistas y sólo necesitan una oportunidad”.
Cierto. Con ellas el significado de ser roquero está a salvo. Ya deseo volver a ver en vivo a Nervosa.
Crónica: Mauricio Tamayo
Fotos: Julián López Cortés