Ray Charles, el poder detrás de un piano

Ray, no es como el típico músico estadounidense, tal vez, ha tenido los mismos comienzos que muchos de estos; pero lo de este Afro es absolutamente increíble. De ser un músico de calle a formar parte del Pasillo de la fama del Rock.

Charles nació en extrema pobreza en un pequeño pueblo de Georgia, su madre una joven de 16 años y su padre, un hombre que lo abandonó poco después de su nacimiento. También perdió a su hermano menor, fruto de otra relación, cuando este se ahogó en un accidente doméstico. Esto llevó a Ray a ser marcado de por vida y como él lo describe “el evento central de mi vida”.

Su vida estuvo marcada por un Glaucoma que sufrió en su niñez, el cual lo llevó a perder completamente la visión a los diez años de edad. Aún era menor de edad cuando quedó huérfano y solo en el mundo. Gracias a su deseo de ser autosuficiente inició clases en una institución de ciegos en la cual aprendió música, sumando su deseo de aprender por sí solo. En ningún momento de su vida, Ray sufrió alguna ausencia de metas y mucho menos perdió algún tipo de moralidad debido a que siempre estaba completamente seguro de sus convicciones.

El dolor nunca fue parte de la vida de él, debido a que como decía su madre “Mi hijo puede ser ciego pero no es idiota”.

Pensar en el dolor como una pregunta jamás fue lo principal para Charles, por ejemplo siempre este tuvo los consejos de su madre y jamás recurriendo a la incoherencia de lo que estaba establecido, tal vez a lo único que fue incoherente es que  “ya había interiorizado los consejos de su madre, que venían a decir: no pidas caridad, no caigas en la autocompasión por el hecho de tu ceguera, desarrolla tu autosuficiencia. Se le marcaron tan profundamente que nunca se interesó por la guitarra: ´Era el instrumento de los mendigos que iban de pueblo en pueblo`” ( Diego A. Manrique, 2005)

Desde un consejo tan simple como ese fue que llevó al estrellato a un joven que siempre soñó en hacer música y llevar esta a lo más alto. Su madre le inculcó que jamás se hiciera a un lado de las cosas, jamás tuvo miedo a ser rechazado. En la  década de los 40,  y después de ser músico en la Florida, decidió que su carrera no iba a prosperar en ese estado y se mudó en Seattle. Allí a finales de la década logró su primer éxito como músico  consiguió colocar un disco en las listas de su país, y en 1951 obtiene su primer Top Ten, gracias a “Baby, Let Me Hold Your Hand”.

“Nunca me consideré como parte del rock & roll. Lo mío era más adulto, más difícil para que los adolescentes se relacionaran con mi trabajo. Mi música estaba llena de más desesperanza que cualquier cosa que pudieras asociar con el rock, como no podía ver a la gente bailar, no podía componer jitterbug o twist. Escribía ritmos que me movían. Mi estilo requería cantar de corazón”, Ray Charles.

Fue considerado como único por su forma de tocar el piano, combinando sonidos jamás vistos y, sumando su historia de superación, lo llevó a tener una identidad única. Años después, aún sigue siendo admirada y tratada como un prodigio a la hora de hablar de música. Su vida estuvo marcada de escándalos y situaciones ajenas a la música pero con las cuales Ray siempre vio como creencia suya.

Entró al Rock & Roll Hall of Fame en 1986 como parte del equipo inaugural, el mayor logro que puede recibir cualquier artista a la hora de hacer música.

“Ni en el de ciego: su discapacidad era imperceptible en su vida diaria. En su casa o en las oficinas del edificio RPM, que alojaban también su estudio de grabación, Ray se desenvolvía con tanta soltura que muchos visitantes llegaban a sospechar que fingía la ceguera. Como él explicaba, “mis oídos son mis ojos, y detecto los obstáculos”. Un ingenioso sistema para ordenar los trajes -y unas marcas en las suelas de sus zapatos- le permitían coordinar estilos y colores a la hora de vestirse. Cocinaba sin ayuda y celebraba las mejores jugadas de los partidos de los Lakers como si estuviera viéndolas. Adicto al ajedrez, era un jugador temible: “Con las cartas dependes de la suerte, pero en el tablero es un cerebro contra otro”.” ( Diego A. Manrique, 2005)

Diego Alejandro Pardo
@DiegoPardo_