La vez que vi a Amorphis todo fue perfecto. Fue un día de febrero de 2012 en Buenos Aires.
El día anterior había caído un aguacero tremendo, de esos que hace que se vaya la luz, se inunde el metro y sea un caos transportarse. Fue un jueves y yo había tenido la suerte de entrevistar a Tomi Joutsen en un hotel en San Telmo.
Fue una charla larga, de unos 30 minutos. Lo primero que le llamó la atención es que yo fuera colombiano. Había oído hablar del país, pero probablemente fue la primera vez que hablaba con “un colombiano”.
Conversamos de todo; del grupo, de su vinculación a Amorphis en el 2005. “Antes de ser el cantante del grupo fui uno de sus fanáticos, así que fue todo un sueño poder hacer parte de Amorphis”.
Para festejar los 20 años del grupo, la discográfica Nuclear Blast decidió grabar un disco recopilatorio con lo mejor de los discos de Amorphis entre 1992 y 1996, el álbum se llamó “Magic & Mayhem – Tales from the early years”. Todos los temas fueron grabados de nuevo con Joutsen en las vocales.
“Fue grandioso poder hacer la voz de esos temas épicos de la banda”, me contó cuando hablamos de la experiencia de hacer de nuevo todos los temas.
En medio de una gran emoción porque días antes en Santiago de Chile los había visto 500 personas, se sentía una gran ansiedad porque Amorphis no sabía cómo sería su primer show como headliner en Buenos Aires.
Unos años atrás, en el 2009, visitaron Argentina por primera vez como acto de soporte de Children Of Bodom. Pero esa vez de 2012 estaban solos y no sabían bien cuánta gente iría. Le dije a Tomi que debía ir a Colombia: “Hermano, nos encantaría, pero estos viajes a América Latina son difíciles para nosotros, no sabemos cuánta gente iría a ver un show nuestro en tu país”.
Ese viernes, retomo, el clima era ideal, pues esos fuertes aguaceros porteños se presentan normalmente en verano, así que bajan la temperatura varios grados. Yo salí de mi oficina en San Telmo y me dirigí a Palermo. Amorphis se presentaba en el Roxy Live, en la concurrida avenida Niceto Vega.
Como era verano, anochecía sobre las 8:00 pm. A las 7:00 pm, que fue la hora que llegué, aún no habría las puertas el teatro. Una anécdota chévere es que antes de entrar, salieron todos los integrantes de Amorphis, saludaron a los fans que estaban allí, cruzaron la calle y se tomaron unas cervezas en un bar. ¡Muy pintorezco!
Ya adentro del Roxy, y luego de ver a los soportes (teloneros), Amorphis abrió su show con “Song Of The Sage”, de su disco “The Beginig Of Times”. Era un sueño hecho realidad, no es fácil ver a este tipo de agrupaciones en esta parte del continente (a Colombia aun no vienen).
Entre temas clásicos y nuevos la noche siguió con joyas como “The Smoke”, “Towards And Against”, “On Rich And Poor” y “Alone”. Sin embargo, el momento más intenso fue el set que recordó los discos “Karelian Isthmus” y “Tales from the thousand lakes”. Los temas “Vulgar Necrolatry”, “Into Hiding” y “Black Winter Day” formaron el show de metal más pesado en el que he estado en toda mi vida.
Imaginen esto: death y doom metal en su expresión más cruda, en un bar con unas 200 personas, muchos vatios de volumen y una banda finlandesa al frente… puede ser sin problema una definición de felicidad, desde mi punto de vista.
Al final, Amorphis se despidió con “Silver Bride”, “House of Sleep” y con la joya de la corona: “My Kantele”.
Ese viernes, al salir del show, me fui a un bar en Palermo, pedí un litro de Stella Artois, me senté en las mesas de afuera y simplemente suspiré… no importaba nada más, fue una de las noches que más recuerdo de esos años que pasé en Buenos Aires.
El show de Amorphis es uno de los mejores a los que fui y está en mi top 10, del que ustedes ya conocen tres: Dead Can Dance, Alice Cooper y Anathema. Con el de Amorphis van cuatro, pronto les hablaré de los otros seis.
¡Terveys!
Crónica y fotos: Julián López Cortés